La evolución del desempleo en Chile exhibe un alza muy preocupante, alarmante en extremo, la verdad, pues es más profunda que la que pudimos observar tras la pandemia del Covid-19, y esa fue, como todos saben, una época muy dura laboralmente para muchos en el país, sobre todo para quienes no por falta de esfuerzo, capacidades o ideas, sino por una pura y simple restricción del estado debieron dejar de trabajar, paralizando sus actividades bajo penas del infierno si así no actuaban. Su consuelo: la sola ayuda económica del estado, por cierto no siempre es oportuna.
En efecto, de acuerdo con los datos ya públicos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la tasa de desocupación se ubicó en 8,4% en el trimestre móvil comprendido entre noviembre de 2023 y enero de 2024, equivalente a un alza de 0,4 puntos en doce meses, con lo que tal variación atestigua un desempleo que ya acumula 15 incrementos consecutivos en la comparación interanual, una cifra mucho mayor de la que pudimos observar entre marzo de 2020 y abril de 2021, justo después de la crisis sanitaria derivada de la pandemia del COVID-19.
Tan preocupante es lo señalado que a ello debemos sumar que, desde la década de los 90, la actual racha alcista es la sexta más prolongada y como bien señalan varios medios “usando la metodología en curso desde 2010 para la Encuesta Nacional de Empleo, este ciclo es el segundo más extenso tras marzo 2016 – junio 2017, durante el gobierno de Michelle Bachelet II”.
En ese contexto, la reforma tributaria debe tener otro foco y no puede limitarse, exclusivamente, a plantear otra alza de impuestos, debiendo converger a un camino de política pública de urgentes estímulos para el renacimiento de nuestra economía, dado que claramente aquélla no está generando nuevos empleos.
El calificativo de “urgente” de tales estímulos implica necesariamente una estrategia diversa de la tradicional conformada por paquetes enormes de normas tributarias de mayores impuestos, farragosas y extensas que alargan, por ese solo motivo, los debates, deliberaciones y sanciones, causando incertidumbre, menor inversión y desánimo en los interesados involucrados en tales discusiones.
Plantear, por tanto, paquetes diversos de estímulo fiscal en proyectos de ley acotados y precisos, por áreas temáticas bien definidas, creo es lo más importante, pues generará confianza, eliminando incertidumbres y despertando ganas por hacer nuevos proyectos. Por ejemplo, en materia del rubro construcción, que todos los economistas saben los efectos dinamizadores globales que dicho actor genera con un poco de apoyo, al demandar de muchos sectores insumos y generar empleo de calidad, el gobierno debería presentar un paquete urgente de estímulo y buenas ideas reactivadoras, atreviéndonos nosotros aquí a plantear algunas.
Eliminar, por ejemplo, el impuesto al mutuo por diez años, tradicionalmente conocido como impuesto de timbre y estampillas, para todas las operaciones habitacionales, sería una señal positiva sin costo fiscal dadas las aún altas tasas de interés que no están generando curse de créditos ni de recaudación por esa vía. Por cierto, es más potente la señal para la seguridad y confianza que el impacto de caja en el inversor, pero de que ayuda, ayuda, y en el mediano y largo plazo es un estímulo más a la reactivación del sector.
Anunciar que se descartan nuevas limitaciones al DFL2 y que se estudian nuevos beneficios asociados al factor “cambio climático”, de manera de poner en positivo este último elemento, por ejemplo considerando la ampliación del beneficio a las viviendas que acrediten aislación térmica, equipamiento de paneles solares, uso de las aguas grises, podría incluso permitir revivir beneficios extintos (las exenciones del DFL2 duran determinados años), dinamizando sectores y demandando más empleo de calidad. La determinación del beneficio sólo por metros cuadrados parece hoy no tener mayor sentido, por lo que abrirse a otras determinantes es lógico y razonable, y altamente conveniente para una economía en crisis de empleo.
Considerar el autopréstamo con cargo a los fondos de pensiones, aunque sea en un porcentaje de ellos, para la adquisición de viviendas solamente, unido al mecanismo de la hipoteca habitacional previsional como garantía de los mismos y con retorno obligatorio de lo auto prestado a las cuentas de capitalización por venta futura del inmueble, es otra idea a considerar urgentemente y para un paquete específico de medidas pro reactivación de la economía.
Aumentar el beneficio de rebaja de la base imponible del impuesto a la renta de los intereses por créditos hipotecarios, pudiendo sumar un 50% del total de los pagos efectivos por concepto de gastos comunes anualmente, es otra forma de incentivar la compra de viviendas y la vida en condominios, claramente más seguros que la vida en casas aisladas.
Poder acceder a créditos fiscales directos y sin intereses, al estilo de los que existieron en la pandemia y que se han terminado pagando con las operaciones de renta posteriores, todo indica de manera efectiva y sin problemas, para todos quienes deban afrontar procesos de construcción por incendios y desastres naturales de cualquier tipo, debidamente acreditados, es otra alternativa reactivadora y de solución a dramas y contingencias gravosas para miles de familias.
Como ven estimados lectores, caminos distintos hay, el punto es si el gobierno quiere escucharlos y, eventualmente, implementarlos.
Editor General Tus Noticias
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