El académico de la Universidad Central de Chile se refirió a los factores internos y externos que afectan, principalmente a la economía local.
Ha cerrado el primer trimestre con un crecimiento del PIB del 2,5%, lo que ha generado cierto optimismo. Dado el largo proceso de ajuste de gasto de la economía y con una reducción en la tasa de política monetaria, ya se están corrigiendo al alza las proyecciones de crecimiento para el presente año, abarcando el rango 2,2% a 3%. Sin embargo, al analizar los componentes de la demanda agregada, no es claro que esta mayor tasa de crecimiento pueda ser sostenible a mediano plazo.
El 2023 concluye con una caída del consumo privado del 5% y con una proyección de recuperación de 2% para el 2024, apostando a una recuperación del empleo. También para la inversión se proyecta una contracción anual del 2%.
Un largo ciclo de una política monetaria muy restrictiva, en conjunto con una alta tasa de inflación (costo de materiales al alza, tasas caras para financiarse, etc.) fragilizaron balances financieros del sector real de la economía, como el de la construcción e inmobiliario, que ya venían debilitados con la pandemia. A esto se suma la fuerte depreciación cambiaria que está afectando la capacidad de importar bienes de capital.
La agilización de los proyectos de inversión (permisología) en conjunto con nuevas obras en la minería, podrían fortalecer la inversión. Pero la caída en la inflación se está haciendo más resistente debido a los factores geopolíticos. Esto afecta al sector construcción e inmobiliario, al no reducirse más aceleradamente la tasa de interés, aumentando el impago de estas empresas y afectando el empleo de uno de los sectores lideres de la economía. Así, no habrá un crecimiento sostenido si la inversión no se pone en marcha nuevamente.