Biden y Trump se enfrentaron en el primero de dos debates antes de las elecciones de noviembre. Los momentos clave fueron los tropiezos verbales de Biden y la cautela de Trump sobre si aceptaría los resultados.
Fue el primer debate entre un presidente actual y un expresidente de Estados Unidos, y fue muy emocionante. El presidente demócrata Joe Biden y el candidato republicano, Donald Trump, se reunieron en Atlanta el jueves por la noche, más de cuatro meses antes de las elecciones presidenciales estadounidenses, y debatieron sobre inmigración, economía y muchos otros temas.
Una de las principales conclusiones: los demócratas tienen problemas. Desde el principio, la voz de Biden sonó quebradiza, lo que varias fuentes de campaña atribuyeron después del debate a un resfriado. Normalmente, esto no sería un gran problema, pero hizo que Biden, de 81 años, cuya edad ha sido un importante punto de controversia a lo largo de la campaña, pareciera aún más frágil.
“Yo habría filtrado el hecho de que tenía tos”, dice a DW J. Miles Coleman, analista electoral del Centro de Política de la Universidad de Virginia. “Si [el equipo de Biden] hubiera sacado eso antes de tiempo, podría haberse incorporado a las expectativas de algunas personas, y lo habrían juzgado un poco menos”, agrega.
Biden no pudo demostrar que es “apto para el cargo”
Las críticas a Biden tras el debate no fueron amables, y no sólo por su ronquera. El público no necesitó que Trump señalara, como hizo ocasionalmente, que varias frases incoherentes de Biden no tenían sentido.
Para los votantes que están firmemente en el bando demócrata o en el de “nunca Trump”, no es probable que un debate televisivo como éste marque una gran diferencia. Pero para los que aún no se han decidido, los debates son una oportunidad de escuchar a ambos candidatos hablar sobre cuestiones cruciales y ver cómo se desenvuelven. Antes del evento del jueves, dos grandes preguntas eran si Biden sería lo suficientemente ágil como para disipar cualquier preocupación sobre su edad, y si Trump sería capaz de comportarse como presidente. Biden, definitivamente, no cumplió con este objetivo, según los expertos.
“No hay nada que endulzar aquí: este debate fue un desastre para Joe Biden”, afirma Ines Pohl, jefa de la oficina de Deutsche Welle en Washington. “El principal objetivo de Biden esta noche era demostrar que es apto para el cargo, pero fracasó estrepitosamente”, añadió.
David Axelrod, asesor principal del presidente Barack Obama hasta 2011, dijo en CNN que Biden no logró dar una impresión enérgica e incluso parecía un poco desorientado en ocasiones. Coleman también expresó que si bien Trump, que tiene 78 años, es sólo unos pocos años menor que Biden, parecía una década más joven que el actual presidente.
Trump se niega a responder preguntas
Al expresidente le fue mejor en lograr su objetivo: parecer presidencial. A diferencia de su primer debate contra Biden en 2020, no interrumpió constantemente a su oponente; probablemente ayudó que cuando no era el turno de hablar de un candidato, su micrófono estuviera apagado. Pero el comportamiento menos presidencial de la noche también vino de Biden, no de Trump, quien se burló del peso del candidato republicano.
Trump ignoró las indicaciones de los moderadores varias veces. En lugar de responder a preguntas sobre los servicios de cuidado infantil o su edad, Trump volvió una y otra vez a su tema favorito: cómo los inmigrantes irregulares que lograron entrar a EE.UU. gracias a la política de Biden destruirían al país.
Trump también mintió descaradamente más de una vez durante el debate. Por citar un ejemplo de su tema favorito, afirmó que bajo su presidencia, la frontera estadounidense fue la más segura “en la historia de nuestro país”. Pero la inmigración irregular a Estados Unidos fue mayor durante el mandato de Trump que durante cualquiera de los mandatos de Barack Obama, según verificadores de datos del Instituto Poynter.
Cauteloso a la hora de aceptar los resultados electorales
En uno de los momentos clave del debate, Trump también se negó a decir si aceptaría los resultados de las próximas elecciones, sin importar quién ganara.
La pregunta fue un recordatorio de lo que ocurrió tras las últimas elecciones. En 2020, Trump se negó a aceptar su derrota frente a Biden y afirmó que los demócratas habían manipulado los resultados. Se aferró a su narrativa de las elecciones robadas, incluso después de que los recuentos y las decisiones judiciales lo negaron. Esa actitud contribuyó a animar a los partidarios derechistas de Trump a irrumpir en el Capitolio el 6 de enero de 2021, en un intento por entorpecer el traspaso democrático de poderes.
Tras desviarse dos veces durante el debate, Trump dijo finalmente que aceptaría los resultados de las elecciones de 2024 si eran unas “elecciones justas, legales y buenas”, sin especificar lo que eso significaba.
Los demócratas “en estado de pánico”
La actuación de Biden, en general confusa, significó que no logró hacer puntos fuertes incluso en temas que deberían haber sido fáciles para el demócrata, como atacar a Trump por sus condenas penales o presentarse como un defensor de los derechos reproductivos. Su promesa de restablecer el derecho constitucional al aborto en todo el país, que el Tribunal Supremo anuló en 2022 con los votos de tres jueces conservadores nombrados por Trump, no cuajó debido a su mediocre discurso.
Inmediatamente después de que terminara el debate, se habló de si los demócratas todavía podrían nominar de alguna manera a otro candidato para presentarse a la presidencia antes o en la Convención Nacional Demócrata de agosto. Periodistas de CNN dijeron que habían escuchado “preocupación” sobre Biden como candidato por parte de políticos demócratas, sin dar nombres.
Pohl, que también cubrió las elecciones de 2020 para DW, comentó que la actuación -por debajo de lo esperado- de Biden en el debate “provocó discusiones sobre cómo el partido demócrata puede evitar que Biden vuelva a presentarse”. Una forma de hacerlo sería abrir la convención para que los delegados elijan a un candidato diferente. Algo que sería muy inusual, si se observan las últimas décadas de la política estadounidense.