El académico de la Universidad San Sebastián se refirió al contexto nacional en que se conmemora el Día del Trabajo en Chile y los avances en materias legislativas.
Este 1 de mayo, mientras conmemoramos el Día del Trabajo, tenemos ante nosotros una oportunidad única para reflexionar sobre los retos que enfrenta nuestro mercado laboral. Este año, ponemos especial atención en la inclusión y la diversidad, un tema pendiente que sigue resonando a través de todos los rincones de nuestra economía. A pesar de los avances notables en muchas áreas, la inclusión efectiva de personas con diversas capacidades, minorías étnicas, etc. se topa con obstáculos severos. No nos enfrentamos solo a barreras arquitectónicas inadecuadas, sino también a una persistente red de prejuicios y estereotipos que estrangulan el acceso a oportunidades equitativas.
La necesidad de una acción decidida es clara: empleadores, trabajadores y gobiernos deben intensificar sus esfuerzos para cultivar un ambiente de verdadera inclusión. Esto significa implementar programas de capacitación orientados a la diversidad y adoptar tecnologías que faciliten el acceso laboral para todas las personas. Políticas firmes contra la discriminación y el acoso son esenciales, así como el apoyo robusto a los empleados a través de consejería y grupos de afinidad.
En Chile, la implementación de la Ley N° 20.609, conocida como la Ley Zamudio, la Ley N° 21.015 sobre discapacidad en el ámbito laboral y la Ley Nº 21.643 conocida como ley Karin han fomentado acciones concretas de las empresas en estos aspectos, incentivando la contratación de personas con diversidad de capacidades y talentos, promoviendo un cambio cultural notable.
La evidencia del impacto positivo de la diversidad y la inclusión en la productividad y la innovación es abrumadora. Equipos diversos son más propensos a innovar y a encontrar soluciones creativas a problemas complejos. Esta diversidad se traduce directamente en un aumento de la eficiencia y la competitividad empresarial, esenciales para el dinamismo económico de nuestro país. Ello es crucial especialmente cuando enfrentamos escasez de mano de obra cualificada. Cada persona que se suma al mercado laboral no solo contribuye a la producción, sino que también fomenta una mayor comprensión y respeto entre diversos sectores de la sociedad.
Estudios recientes subrayan un hecho irrefutable: las políticas de inclusión y diversidad en las empresas no son meramente una cuestión de equidad o cumplimiento normativo, sino un sólido motor de éxito empresarial. Estudios de consultoras como McKinsey y publicaciones como Harvard Business Review han demostrado que la diversidad no solo es justa, sino también extremadamente rentable. Por ejemplo, el estudio “Diversity Matters” de McKinsey en 2015, y su seguimiento en 2018, “Delivering through Diversity“, revelaron que las empresas con equipos directivos étnica y racialmente diversos superaban en rendimiento financiero al 35% de sus competidores menos diversos. Además, aquellas con mayor diversidad de género aumentaban esta ventaja a un notable 21%.
Catalyst, una organización sin fin de lucro centrada en fomentar la representación femenina en roles de liderazgo, apunta a beneficios similares. Sus estudios han encontrado que las compañías con más mujeres en roles de liderazgo no solo disfrutan de mejor rendimiento financiero, sino que también son más efectivas en la retención de talento y en la satisfacción de sus clientes. Incluso estudios financieros, como “The CS Gender 3000” del grupo internacional Credit Suisse elaborado el año 2016, han observado que las empresas con al menos una mujer en su junta directiva superan significativamente en rendimiento a aquellas sin representación femenina.
Estos y otros estudios concluyen algo fundamental: fomentar la inclusión y diversidad no solo enriquece la cultura empresarial sino que es crucial para el rendimiento financiero y la innovación. Las políticas efectivas en esta materia permiten a las empresas atraer y retener talentos de diversos orígenes, ampliando su capacidad para entender y servir a una clientela variada, y por ende, fomentando un crecimiento empresarial robusto y sostenible generando valor y real impacto en la sociedad.
Este Día del Trabajo, más que una jornada de reflexión, debe ser un catalizador para reafirmar nuestro compromiso con un mercado laboral justo y equitativo. Un entorno laboral inclusivo no es un lujo, es una necesidad urgente y una responsabilidad que todos compartimos. Este 1 de mayo, hagamos de la inclusión una prioridad permanente, hoy y todos los días del futuro.