Nuestro planeta vive tensiones que están afectando uno de sus bienes más apreciados, esto es, la paz. Si se individualiza una causa común de ello es la existencia de posiciones extremas, que se alimentan recíprocamente y hacen fracasar los esfuerzos para lograr entendimientos que prevean o solucionen los conflictos.
El radicalismo de Putin está detrás de la invasión a Ucrania. Su decisión afectó principios fundamentales del derecho internacional, entre otros, la violación de la integridad territorial de los Estados mediante el uso de la fuerza armada y, a consecuencia de ello, la ejecución de delitos internacionales nítidamente tipificados como son los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Se está próximo a cumplir dos años desde la invasión y no se observa una salida que restablezca la paz, por el contrario, lo que se impone es un agudizamiento de las hostilidades.
El extremismo de Hamas produjo la acción terrorista contra Israel del 7 de octubre, hace ya tres meses, que costó la vida a más de mil personas, además de un cuantioso número de heridos y rehenes. La respuesta del gobierno de Israel, también con el impulso extremo de Benjamín Netanyahu, ha generado la muerte de más de 20 mil personas, entre ellas mujeres y niños y un incalculable número de heridos.
Lo que ocurre en la Franja de Gaza y en Israel, incluida la Cisjordania ocupada, es un nítido ejemplo de los extremos que se alimentan recíprocamente y llevan a sus pueblos a enormes sufrimientos. Sus posiciones han impedido acuerdos o los obstaculizan. Los liderazgos de estos grupos imposibilitaron los Acuerdos de Oslo de 1993 en los que habían colocado sus esfuerzos el líder israelí Isaac Rabin y el líder palestino Yasir Arafat. De esta forma, Hamás controlando la Franja de Gaza y Netanyahu a la cabeza del gobierno de Israel marcan una impronta de prolongación del conflicto, que se agudiza y no muestra vía de solución, ni siquiera se logra un alto el fuego efectivo.
La lección para el mundo es la necesidad de estar atentos de no legitimar las posiciones extremas y a quienes las representan. El riesgo al no estar atentos es evidente y ningún país, desgraciadamente, está exento de este peligro.