La académica de la Universidad Central de Chile se refirió a las políticas y medidas en las que debe acentuarse el foco, principalmente en la juventud.
Chile lidera las cifras de los países con mayor consumo de tabaco en Latinoamérica, lo que representa un problema de salud pública debido a que esta adicción es uno de los principales factores de riesgo modificables de las enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cáncer, que son a su vez las más prevalentes a nivel nacional y mundial. Varios estudios indican que el inicio promedio del consumo de tabaco parte en la niñez y la adolescencia, de hecho, la edad promedio del inicio del consumo de cigarro es a los 13 años. Pero el tabaquismo entre niños y adolescentes no es simplemente un problema de salud, sino también una cuestión de vulneración de los derechos de nuestros niños y adolescentes.
Cada niño, niña y adolescente tiene el derecho inherente de crecer en un entorno que promueva y proteja su bienestar físico y mental. Este derecho se coloca en peligro, o de plano no se cumple dado al alto consumo de tabaco de la población adulta de nuestro país, que provoca que, en miles de familias, los menores sean expuestos a los efectos perjudiciales del tabaco y se vuelvan fumadores pasivos a temprana edad. Esto se suma al inicio temprano del consumo de tabaco de los adolescentes, que por su desconocimiento no solo comprometen su propia salud y la de su entorno, sino que también se exponen a un ciclo de adicción que va a afectar su bienestar y su vida de forma irreversible.
En este contexto, en Chile se han implementado políticas y programas para prevenir y desincentivar el consumo de cigarro en niños, niñas y adolescentes, entre las cuales están abordar el consumo de tabaco y sus efectos dentro del currículo escolar nacional en distintas asignaturas. Por otro parte, están las leyes que prohíben la venta de cigarrillos y cigarro electrónico a menores de edad, así como también la advertencia en las cajetillas de cigarro que han sido diseñadas para crear conciencia en público entre 13 a 14 años y el impuesto al tabaco.
Si bien existen esta serie de acciones destinadas a prevenir el consumo de tabaco entre los adolescentes, es necesario un enfoque más integral y coordinado que aborde las múltiples dimensiones de este desafío. En primer lugar, es crucial fortalecer la educación y la concienciación sobre los riesgos del tabaco desde una edad temprana que incluya tanto a los menores como a sus familias. Además, se deben utilizar las redes sociales para dar a conocer información precisa y comprensible sobre los efectos nocivos del tabaco en su salud. A su vez es necesario exponer y concientizar en nuestra población acerca de las tácticas de marketing engañosas de la industria tabacalera que buscan seducir a menores de edad con productos aparentemente inofensivos, pero potencialmente letales que incentivan el consumó de nicotina, como son los vapers o cigarros electrónicos. Es fundamental mejorar el acceso a servicios de prevención y tratamiento del tabaquismo especialmente diseñados para adolescentes. Esto implica proporcionar recursos y apoyo adecuados para aquellos que deseen dejar de fumar, así como promover estilos de vida saludables y alternativas positivas al consumo de tabaco.
Finalmente, es necesario fortalecer las políticas y regulaciones que protejan a los adolescentes del acceso y la exposición al tabaco. Esto incluye medidas como evitar el ingreso ilegal de cigarros y su comercialización, aumentar progresivamente los impuestos al tabaco, prohibir absolutamente la publicidad y promoción del tabaco dirigida a jóvenes en medios digitales. Nunca es tarde para empezar.